Inauguro, con los idus venturosos de mayo del 2016, una sección de comentarios, de reflexiones cazadas con el lazo de una mirada personal, que se torna ora inquisitiva, ora sosegada o fecunda según se plantee el encuentro de dicha mirada con una foto elegida para la contienda.
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La foto, la mirada que le lanzo, la mirada reflejada y transformada en la foto y la interpretación de este reflejo, los ecos y flecos que dicho reembolso provocan en mi discurso, serán los actores de cada encuentro, a modo de pieza de teatro en miniatura.
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Unos ojos siempre pertenecen a la persona que los hace brillar, o que los humedece con su presencia. Lanzan y recogen miradas y retornos, finas hebras de un tejido que día a día recubre nuestra vida, la tiñe de impresiones, nos lega un pasado, sustenta y acompaña en gran medida nuestras decisiones y paseos.
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Una foto no está claro a quién pertenece, si en realidad es de alguien, ni siquiera del fotógrafo; expuesta a distintas miradas, impúdica desde su silencio y desde la distancia de un instante atrapado en el pasado, parece que se enriquece con esas miradas, que adopta nuevas formas, texturas, simbolismos o reminiscencias.
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Cada foto comentada puede llegar a ser una ventana abierta a nuestro horizonte, una aventura insólita y gratuita, un encuentro con lo inefable, con lo perverso o lo sublime,