La entrevista

P.- Buenos días, queridos oyentes. Les habla Carlos Cerbera. Hoy nos acompaña en nuestra programación matinal de radio un selecto invitado, el profesor Berto Stein que ha tenido la deferencia de acudir a la cita con “los ladrillos de la Ciencia” para responder a nuestras preguntas.

Según consta en el curriculum que nos ha preparado Angels, la colaboradora y becaria del programa, el profesor Stein atesora décadas de experiencia en Sociología, ha viajado por medio mundo defendiendo sus teorías y enseña en la Universidad de Argamasilla como profesor visitante.

Recientemente sus intervenciones en redes sociales le han convertido en un personaje popular y controvertido, por lo que nos intriga e interesa cuanto nos pueda comentar.

Dígame, profesor, lo suyo ¿es vocación, sudor, o más bien fruto del azar?.

R.- Buenos días, don Carlos. Ante todo le agradezco a usted y a sus colaboradores la atención con que me han recibido en estas instalaciones de Onda Infinita y el detalle de obsequiarme con un desayuno exquisito.

Aunque antes de contestar a su pregunta me siento obligado a aclararle que no soy Berto Stein. Me llamo Isaac Oldton, vivo en Argamasilla y he venido porque Berto me rogó ayer que le hiciese el favor de reemplazarle en la entrevista y atender a sus demandas.

P.- Perdone. No entiendo. Entonces ¿no es usted el profesor Stein?. ¿cuál es su relación con el profesor? ¿Por qué no ha venido él?.

R.- Como le he dicho soy Isaac Oldton y sustituyo de buena fe a Berto, a petición suya. Se ve que hoy tenía clase de recuperación de repostería. Berto se siente muy frustrado porque después de varios intentos fallidos el suflé que prepara no monta bien las claras a punto de nieve, no sabe si por la temperatura de la mezcla o por el añadido del azúcar, y no quería perderse esta clase de recuperación.

Tal y como ha imaginado la situación el señor Stein, ustedes no notarían mucho la diferencia del cambio de personaje entrevistado y al acudir en su lugar yo le estaría compensando por el favor que me hizo hace unas semanas, cuando se ocupó de pasear a mi fiel guardián Iru, un golden retriever juguetón de tres años. Es mi ojito derecho, ¿sabe?

P.- No, no tenía ni idea. Perdone, sr. Oldton, pero en el programa estamos interesados en las teorías del profesor Stein, y en sus métodos poco ortodoxos, no veo cómo podemos sacar provecho de una entrevista con usted, no se ofenda, pero no le conocemos de nada…

Por otra parte resultaría totalmente atípico y fuera de toda norma realizar una entrevista a alguien que no es quien se supone que es… algo tan extraño como realizar una entrevista por delegación…

R.- No se preocupe por eso, don Carlos. Parece que por aquí tampoco conocen mucho a Berto Stein, al menos he pasado tres controles de seguridad e identificación sin dificultad hasta llegar al estudio haciéndome pasar por él, y doy por sentado que con tantos aparatos de sonido de que disponen se podrá distorsionar la voz que llega a los receptores, con lo que los oyentes tampoco notarán la diferencia, en caso de que le conozcan personalmente.

Verá, don Carlos, Berto y yo ni siquiera somos amigos, le he visto por el barrio e intuyo que somos vecinos, porque hemos coincidido en el supermercado, en la peluquería, en la pescadería (Berto suele llevarse lenguados una vez a la semana) y sobre todo en el parque de Merlín, en donde hemos compartido el placer de saludarnos y en donde se puede afirmar que intercambiamos ideas, colores, mediante la técnica de la difusión atemporal de contenidos con soporte vegetal, TEDIACOSO.

P.-¿Y supuestamente el profesor le ha pedido que le sustituya? Pues le agradezco que haya venido, y su buena disposición, sr. Oldton, pero insisto en que se ha producido un incómodo malentendido, que no deja de sorprenderme, y que nos impide continuar con la entrevista, a la par que pedimos disculpas a los oyentes por esta equivocación.

¿Decía vd., Sr. Oldton, que utilizan una técnica en un parque para hacer qué con las ideas? ¿Puede aclararnos en qué consiste?

R.- Se trata de una metodología muy novedosa para la captación e intercambio de ideas mentales que descubrimos Berto y yo por casualidad. En realidad la he descubierto yo, el compañero Berto aún no la conoce. El cree que yo soy un científico que está al tanto de sus investigaciones, no sabe que me apropio de sus ideas y se las devuelvo en nuestras conversaciones.

Berto solía hablar en voz alta, cuando paseaba por el parque, y como buen narcisista se escuchaba a sí mismo; yo, por mi parte, solía contarle mis cuitas a Iru, medio regañándole, medio exigiendo a mi perro un poco de atención, lo cierto es que una mañana de abril sincronizamos por azar nuestros pasos caminando juntos y el resultado fue estimulante e inesperado:

Berto expuso sus ideas en voz alta, ensimismado, dejando que fluyera su pensamiento sin trabas, y el ambiente del parque, el entramado sutil de conexiones entre hojas, ramas, arbustos y cortezas se encargó de hacer el resto, de impregnarse de conocimiento, quedando disponible para quien pueda captarlo a posteriori, quedando registrado como en un holograma tridimensional que lleva la firma del autor, y el aroma del árbol que presta sus estructuras de soporte a los contenidos.

A partir de esa fecha, he paseado con mi retriever por ese parque saboreando, o desechando en su caso, los pensamientos del Sr. Stein, presentes en ese entorno verdoso de forma atemporal; pensamientos con los que, dicho sea de paso, no estoy muy de acuerdo, porque van en contra de la Ley de la Gravedad, y muchos de ellos los recupero teñidos de un intenso color azul marino.

P.- ¡Pero todo esto que cuenta suena ridículo! ¡Ese paseo al que vd. alude no pudo originar en absoluto un diálogo, no hubo una conversación, ni intercambio de ideas! Además, es imposible que una persona pasee y “capte” milagrosamente pensamientos que fueron verbalizados en otro momento!!

Me suena a guión de Avatar, con el sauce de Pandora haciendo de árbol Madre con propiedades mágicas.

Y ¿Qué diantres tienen que ver las ideas con la gravedad o con el color azul?

R.- Me hago cargo de sus objeciones, don Carlos, son tan racionales, vertidas por un hombre de nuestra época, propias sin duda de una era de pensamiento anclada vigorosamente en el método científico como único paradigma y fundamento del saber evolutivo.

El propio Berto parece, a tenor de las reflexiones que va dejando en la zona de los plataneros, y que he conseguido captar un domingo, que está harto de las continuas manifestaciones de esta especie de ignorancia pueril que osa desconfiar de toda apariencia de verdad que no esté refrendada por un experimento controlado según protocolos rígidos y faltos de imaginación.

En este sentido creo que debería interpretarse el comentario que hizo ayer cuando me pidió que le sustituyese, al afirmar que “esos pringaos de la radio y sus acólitos no distinguirían una idea de un concepto”.

P.- No entiendo muy bien qué pretende llamándonos idiotas a la cara, señor Oldton, por más que pretenda poner esas palabras, o esas ideas, en boca del profesor Stein. Me cuesta creerle, Isaac, ¡qué diablos! ¡No creo una palabra de lo que dice!

¡Y sigo esperando una aclaración sobre la conexión entre las ideas azules y la gravedad!.

R.- La mayoría de las ideas que surgen en los cerebros humanos se producen como emisiones bioquímicas con determinadas longitudes de onda, que se dispersan por el aire, en las zonas libres de obstáculos y de materia sólida, y acaban tarde o temprano en la superficie del mar. Allí se descomponen por efecto del tiempo, y del incesante martilleo de las olas.

Y ello es así porque la gravedad actúa sobre todas las partículas y emisiones, incluso sobre las que nos ocupan, que prácticamente no tienen masa, curvando sus trayectorias y atrayéndolas sin piedad poco a poco hacia el nivel del mar, aunque desconozco si de allí se desplazarían al centro de la tierra, (que dicen que es casi todo de hierro y níquel), y por qué medios.

P.- Pero, ¿no nos acaba de decir que los pensamientos del profesor Stein se quedaban en el parque? ¿Qué pasa con la gravedad allí?.

R.- Eso se debe a que la mayoría de sus pensamientos están impregnados de azul. El azul es un color-palabra que no rima con nada útil en estos tiempos, en que el baúl ha perdido influencia en viajes y trasteros, y dado que gandul o abedul no los conoce nadie en las redes sociales.

Esa inutilidad, esa desvinculación con el mundo real, con el campo de atracción gravitatorio, convierte al pensamiento identificado con un azul marino en un anti-atractor, en una reflexión que vaga por el mundo sin ser fijada a nada, libre, independiente, y ya imagina usted, don Carlos, el enorme peligro que eso supone.

Las ideas que escapan a la gravedad pueden quedarse donde les plazca por un tiempo indefinido, o mejor cabría decir, indeterminado.

Me parece interesante, haciéndome eco y apropiándome de recientes reflexiones sociológicas de Berto, que el color morado, con longitud de onda próxima al azul, se haga cargo de determinadas ideas que tardan mucho en desaparecer, o bien se reinventan cada cierto tiempo mostrando una gran resiliencia mental pese a lo absurdo y disparatado de algunas de sus pretensiones.

Claro que las ideas teñidas de un azul intenso no se libran de las críticas, pues es un hecho que en nuestro país acaban por convertirse en obstinadas y contrarias a una necesaria renovación, a una regeneración social, cultural, educativa, en fin.

P.- ¿Un color asociado a las palabras o a las ideas? ¿Pensamientos que vagan libremente por ahí y otros que se van al suelo o terminan en el agua? ¡Venga ya! No salgo de mi asombro.

Además ¿Cómo podemos darle crédito si nos acaba de confesar que usted le roba las ideas al profesor?

R.- En sus paseos por el parque de Merlín Berto suele andar distraido, absorto en su preocupación esencial, en encontrar la falta, léase aquello que le falta para encontrar el sentido de su vida, su “allein” una palabra que aúna solo y verdadero, que contiene la clave de su trabajo, pero también de su identidad inconclusa, de su búsqueda existencial.

Berto Stein mantiene su mente en permanente agitación, escupe ideas a ritmo de ametralladora.

Algunas de sus ideas aún no las ha dado a conocer, se están gestando, rumiando, elaborando en su cerebro, pero yo ya las conozco de primera mano en su estado actual gracias a la técnica de difusión atemporal de contenidos, y a mis frecuentes paseos.

A título de ejemplo puedo anticiparle como primicia la última idea de Stein para disminuir la tendencia compulsiva al consumo en nuestra Sociedad.

Se trata de diseñar y fabricar electrodomésticos macizos, compactos, fabricados sin puertas ni aberturas para contener ropa, alimentos u otros objetos.

Tales electrodomésticos serían muy económicos de producir, con reducidos costes de diseño, muy pocas piezas, y pronto suscitarían el interés de numerosos ciudadanos deseosos de estar a la última en las tendencias de la moda. Se podrían fabricar a distintas escalas, con distintos materiales y densidades, apenas consumirían electricidad; en definitiva, pueden suponer un impacto en los hábitos de consumo mundiales.

P.- Es inaudito, insólito que sigamos hablando, señor Oldton. Ha conseguido ponerme de los nervios, ya no sé qué hay de cierto o de inventado en lo que dice, qué ideas son suyas o del profesor Stein, si es que existe alguna que se le pueda atribuir, o si nos está tomando el pelo.

R.- Me siento obligado a aclararle ciertos aspectos, Carlos, para favorecer su comprensión del color azul marino como embajador de ideas, de la propiedad del pensamiento hecho palabra, incluso del Nous que nos ha conducido hasta donde nos encontramos en este preciso instante.

Usted y yo mantenemos esta conversación activa y no la finalizamos todavía por dos razones:
– Porque su centro de control de información y transmisiones no ha completado el ciclo para el que está programado, que por algún capricho del destino intuyo que tiene que ver con formular 11 preguntas.
– Porque mi compromiso con Berto me lleva a responder con diligencia a todas sus cuestiones.

Mire, de acuerdo con los pensamientos de Stein, todos tenemos en funcionamiento, en el cerebro, un centro de Información y transmisiones que supervisa no solo las palabras que pronunciamos, y su significado contextual, sino lo que resulta más sorprendente, la cantidad de palabras que emitimos por unidad de contenido formal.

En la presente entrevista, las unidades de contenido formal son la unidad pregunta y la unidad respuesta.

Cuando la persona se encuentra sometida a tensiones y contradicciones poderosas y le cuesta estar en sintonía con su mundo interior matemáticamente organizado, emite paquetes de información desajustados, inarmónicos.

Por contra, si la persona disfruta de una armonía de convivencia con la naturaleza, y con su yo íntimo, o bien su predisposición le encamina hacia ello, sus pensamientos se emiten con impulsos sincronizados con los patrones exclusivos del ordenamiento del Universo, los números primos, bellos, elegantes, únicos, cardinales ejemplares con un halo de superioridad sobre el resto de los números.

En una conversación que discurre por cauces de entendimiento, los parlantes trasladan sus respectivas sintonías a un entorno interactivo más complejo, pero igualmente tutelado por los números primos.

Así, usted, don Carlos, como podrá verificar en los registros informatizados, habrá formulado en esta entrevista un número primo de preguntas, contando con las que le restan por formular, y en cada una de ellas ha utilizado 117, 23, 79, 79, 79, 59, 23, 53, 53 palabras, números primos todos ellos que obedecen a ese patrón invisible que garantiza que vamos por buen camino, que el resultado de nuestro encuentro quedará respaldado por el destino, por el hilo conductor, por una fórmula magistral, como usted prefiera.

Podrá asimismo comprobar, querido amigo, que a pesar de la dificultad e improvisación de la entrevista, y de sus reticencias y vacilaciones, cada una de mis respuestas, espontáneas, acumula un número total de 83, 137, 157, 271, 137, 127, 227 y 223 palabras respectivamente, siendo todos ellos números primos, y algunos de ellos especialmente gratos.

Aun más puedo afirmarle, como si de un baile sincronizado se tratase, que si todo se desarrolla con fluidez, usted debería completar sus comentarios con una serie adicional de 31 y 43 palabras, y yo probablemente lo haré con 547, 287 y 113, con lo que la suma total de las palabras de nuestra conversación, incluyendo las que restan por pronunciar, debería ascender a un total de 647 y de 2.309 respectivamente, según mis cálculos.

Números primos tan fascinantes dan prestancia a un evento menor como nuestra charla (tan insignificante a los efectos de nuestras vidas), y empequeñecen el supuesto robo de ideas de Stein o su incapacidad como entrevistador o la mía como cronista.

P.- Ciertamente impresionante. Y esa conjetura de una cantidad de palabras prefijada de antemano en una conversación, de cara a que termine bien o mal, ¿tendría validez en una discusión, por ejemplo?

R.- En efecto. Siempre según Stein, los centros de información y transmisiones de dos personas enzarzadas en una bronca (no sé bien por qué esto es más notorio en las conyugales, en las de contenido político y en las de fútbol) trabajarían sin descanso intentando encontrar un equilibrio de emisiones de paquetes de información para adecuar la suma de las palabras intercambiadas a un número primo que restablezca la armonía perdida.

Por desgracia, los mundos interiores de estas personas, intranquilos, impiden una labor sosegada a las neuronas, y se producen los consabidos desencuentros dialécticos, por un desacople numérico de orígenes muy profundos, y por completo desconocido para los actores.

Y esto no afecta solo a las discusiones. Podríamos plantear que enfermedades como el Parkinson, fruto de la degeneración de las neuronas dopaminérgicas por exceso de uso, son consecuencia directa de estos desacoples internos en la cantidad de emisiones de información, que no se adecua a la numerología de control adecuada (un número primo como contador de los totales parciales de emisiones).

Las dopaminérgicas se encargan de adquirir y ejecutar los actos motores que usamos en la vida cotidiana. Se pasan toda nuestra vida realizando esfuerzos de aprendizaje y de ejecución, respondiendo a las solicitudes desde el hipotálamo. Como estas órdenes no cuadran con el orden interno cuantificado, no paran de trabajar, y se agotan, dando la bienvenida a la enfermedad.

En las sociedades occidentales, este esfuerzo es ingente ya que se realizan distintas tareas de manera simultánea y a menudo durante prácticamente todo el día.

De modo que podemos condicionar un mayor o menor riesgo de sufrir la enfermedad con el tipo de vida que llevemos, y con la sintonía con nuestros motores internos y sus “supervisores” numéricos.

P.- Interesante teoría… Lamento, señor Oldton haberle estropeado su número cabalístico para la entrevista, al prolongarla con más preguntas. Espero que no me guarde rencor, pero ahora sí tengo que finalizar. ¿No iremos a iniciar una confrontación, no?
Buenos días. Un saludo a todos

R.- En absoluto, don Carlos. Eran justo 11 las preguntas que aportaban calma a sus procesos cognitivos internos. Yo solo he contribuido a que se cierre ese bucle, con un número mágico total, envolvente.

Imagino que después de aportarle estos datos (¡qué sería del método científico sin los datos!!!) sentirá curiosidad por conocer otras ideas de Berto sobre Sociología, ocultas o relegadas hasta el momento (más allá del anecdotario) aunque ya le prevengo de que no consigo retenerlas mucho tiempo después de visualizarlas en el parque, porque últimamente vienen de la mano de un amarillo pálido que se diluye con facilidad.

Muchas gracias. Un abrazo a los oyentes y otro especial para el maestro.