Pelillos a la mar

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A vueltas con la enseñanza

Acotemos con un ejemplo inspirado en alguno de sus retazos en la prensa, la descomunal estulticia que nos rodea, demos publicidad a las parcelas y a los edificios de estupidez supina en las que estamos cómodamente instalados y a los peculiares refuerzos que a esa arquitectura prestan los distintos medios de comunicación con sus mensajes, consignas y bloques “educativos”.

Los hechos acaecieron hace ya algunos años, o no, es posible que me esté adelantando, lo cierto es que hoy día resulta todo tan atemporal que se mezclan en la urna, entre las fontanelas, pasajes que pasaron y pesares anticipados:

El caso es que un estudio sobre psicología infantil encargado por el Ministerio de Educación, Cultura y Deporte concluye, entre otras perlas del intelecto humano que iremos desgranando, que insultar al profesor de música y agredirle periódicamente ayuda a reforzar la autoestima de los niños.

El informe, se hizo público una mañana de abril con gran despliegue de medios y nutrida asistencia de invitados y periodistas en una Conferencia de Prensa en el Salón de actos de la calle Alcalá 34, en la que se abordó con carácter monográfico la Memoria sobre “La desafección del profesorado ante el incremento generalizado de asertividad en las aulas”.

En ella se menciona una “transferencia de amor propio y autoestima del profesor hacia el alumnado, quedando el primero psicológicamente hundido en favor de los más pequeños”.

Los expertos contradicen así la teoría clásica que defendía que la música relaja a los niños y contribuye a generar estados de calma y serenidad.

“No es la música en sí, es el hecho de arrojar tizas a la cabeza del profesor y cartulinas arrebulladas con pequeñas piedras del patio de recreo en su interior” matiza el estudio, lo que contribuye al beneficio de los escolares, a una propensión a la calma y a la serenidad.

La aplicación de estas técnicas es un fenómeno extendible contra otro conjunto de profesores, en concreto los de artes plásticas “y en general puede considerarse como población objetiva la de todos los maestros sustitutos, con independencia de la asignatura que impartan”.

“Ver a una figura de autoridad implorando clemencia y ausentándose a la enfermería para curar sus heridas sin cumplimentar los preceptivos trámites administrativos mejora la autopercepción del alumno, lo encardina en la Sociedad normativa en que vive en presencia del paradigma del incumplimiento y la rebeldía que les muestra ante sus ojos el profesor acosado y sirve para liberar endorfinas”, continua la investigación.

El informe destaca los numerosos efectos positivos que tiene el contacto físico indirecto (mediante lanzamiento de objetos) entre profesores y alumnos, siempre que los profesores no abusen de su tendencia contrastada a la queja o “teatralicen en exceso”, no abusen de su estatura, de su masa corporal o de sus voceríos e improperios para intimidar a los pequeños, y quede claro, en un razonable “fair play” que están siendo “realmente agredidos”.

Asimismo, imponerse frente al maestro físicamente e infringirle “una vejación controlada en un espacio cerrado circunscrito tanto al ámbito educativo como a la relación íntima profesor-alumno”, “contribuye a que el niño tome conciencia de su propio cuerpo y descubra su potencial, amén de la correspondiente coordinación muscular en el impulso y lanzamiento de los objetos seleccionados, promoviendo todo ello una incuestionable actitud asertiva”.

Desde un punto de vista técnico, un lanzamiento puede entenderse en este contexto como una acción infantil que produce un cambio en una circunstancia anterior, generando un nuevo tipo de situación.

Desde el punto de vista físico, el lanzamiento comienza cuando voluntariamente se le imprime una fuerza a un objeto determinado, tal como un teléfono móvil, utilizado con más frecuencia por los alumnos varones como arma arrojadiza, y se dirige su trayectoria con decisión hacia un objetivo, preferentemente la cabeza o torso del profesor.

La fuerza para el impulso puede ser generada por el infante o bien ser generada de forma indirecta por el empleo de otros elementos que produzcan la fuerza necesaria, como son las catapultas o los tirachinas, más al alcance de la economía de los muchachos.

En el caso de las niñas, se constata que la eventual liberación de contenidos agresivos hacia el varón en posición dominante representado por el profesor, actúa como si se tratase de una vacuna para la psique femenina anticipando respuestas adecuadas frente a futuros abusos machistas y zarpazos de violencia de género.

También resalta el estudio una íntima conexión que al parecer podría establecerse a nivel conceptual entre los alumnos que utilizan estas nuevas herramientas educativas de interrelación agresiva con el profesorado, y la moderna idea sociológica condensada en la frase “Cómete el puntero, imbécil!, no queremos maestros!!”, acuñada desde el Instituto de Etología y Ciencias del Comportamiento de Kuala Lumpur, y muy coreada por la Escuela de Chicago, aunque curiosamente sin ninguna referencia musical al “we don’t need no education” de Pink Floyd.

En este sentido, se apunta a que una ejecución frecuente de la interacción agresiva ayuda al alumnado a liberar cargas agresivas y descontentos que de otro modo podrían entorpecer su proceso de desarrollo y en algunos casos incluso afectar a su despliegue libidinal.

Los psicólogos destacan la importancia de que este proceso de “transferencia de autoestima” no se produzca en todos los casos, e instan a las instancias de control educativas a intervenir discriminatoriamente:

“Los maestros de asignaturas troncales como las matemáticas deberían mantener su autoridad intacta para que el arcaico estatuto del profesor como símbolo de orden y disciplina no se desdibuje por completo, ya que se desconoce el deterioro que ésta pérdida o desmoronamiento del conjunto del profesorado induciría en los frágiles cerebros en formación”.

Así, el alumno o alumna lo que hace con el profesor o profesora de música es descargar toda la rabia que le genera el de matemáticas”, especifica el estudio, que habla de un “equilibrio de tensiones en el que los niños “algo” pierden pero luego lo recuperan”

Es notorio que los alumnos luchan con medios reducidos contra un poder establecido que les es impuesto, pero no es menos cierto que a la vez permiten que la magnanimidad de sus atribulados corazones restituya parcialmente el orden establecido, a escala educativa, por la via del afecto.

Atendiendo a todos estos datos, el Ministerio de Educación se plantea seriamente aumentar las horas de música en el currículo escolar, así como recuperar la impartición de docencia en asignaturas tales como:

a) Filosofía, cuya desaparición generó tanta polémica entre numerosos profesores “que intuitivamente defendían lo que ahora la ciencia ha demostrado”

b) Griego, es un decir, en todo caso modificando su denominación o descriptor por el de “lenguas muertas”, que al parecer tendría efectos mucho más directos sobre la capacidad de reacción cuasi animal del alumnado, apelando al contraste entre los factores generadores de vida y acción, presentes en los jóvenes por defecto, y los factores de rechazo y rebelión que representan el pasado y la muerte.

Para desempeñar la docencia de los primeros cursos con estos nuevos programas educativos, se estudia seleccionar profesores curtidos, prejubilados o próximos a la jubilación, con historial depresivo o síntomas de decaimiento emocional, perfil que se considera especialmente idóneo para los objetivos transferenciales de la autoestima.

Con estos comentarios se dio por concluido el periodo de información pública del informe sobre “La desafección del profesorado ante el incremento generalizado de asertividad en las aulas”, dejando numerosos interrogantes sin resolver, y varias preguntas de los asistentes sin contestar, toda vez que el moderador adujo problemas de tiempo, y se le notaba muy inquieto cada vez que o bien un periodista de la COPE o bien alguno de Avui o incluso de Uniprex se revolvían en sus asientos.

 

Antonio Crucelaegui blog 2016